lunes, 1 de octubre de 2018

HEMÓPTISIS 4: MORIR POR UNA PATRIA, MORIR SIN RAZÓN

El nacionalismo es en este momento la religión con más fanáticos en el mundo; y no creamos que es por casualidad, miremos hacia atrás y veremos cómo en la escuela primaria nos han inculcado el himno, la patria, la bandera y la escarapela con el menor razonamiento posible.

Ya que sería muy difícil (que los maestros) enseñasen a los niños que los adultos que nos gobiernan trazan líneas imaginarias en la tierra, y se la dividen entre los estados sin importar las poblaciones. ¿Cómo hacer razonar a un niño que la Tierra, algo que debería ser de todos, como el aire y el sol, está dividida por fronteras ridículas? Pero no solo la escuela es la que justifica al nacionalismo, también somos bombardeados por los medios masivos de "información", que fomentan un patriotismo futbolero triunfalista, como si dicho evento deportivo fuera una guerra; y en otros casos "informan" sobre la guerra como si fuera un partido de fútbol.

En Cataluña nos inculcan que nuestros enemigos son los españoles, pero, ¿por qué no abrimos los ojos y pensamos un poco? ¿puede ser nuestro enemigo aquel español que es explotado por un empresario catalán? No lo creo, nuestro enemigo en tal caso sería el empresario catalán.
¿Puede ser nuestro enemigo el que es oprimido diariamente en España, como nosotros por el de Cataluña? También me rehuso a creerlo, pienso que nuestros enemigos son el estado español, Cataluña y todos los gobiernos que existen en el mundo y que, por consiguiente, oprimen a los pueblos. Ellos, desde niños, nos inculcan un patriotismo un tanto "sentimental", jugando con los sentimientos que los hombres tenemos ligados al lugar que nos vio nacer y crecer, que son por naturaleza como los afectos hacia nuestros hermanos, amigos y compañeros. Por medio de sus escuelas y su TV, el estado impone un vínculo entre el sentimiento natural hacia la tierra en que vivimos y el "sentimiento artificial" de las fronteras que los gobiernos han dibujado.

El estado inculca porque es imposible hacer razonar algo que produce guerras, que son planeadas por quienes gobiernan, son dirigidas por los parasitarios militares, y finalmente son sufridas en carne propia por los soldados, por el pueblo. Ningún pueblo desea la guerra, pero son arrastrados a ella por los jefes de los estados.
El nacionalismo es "la religión del estado" y, como sabemos, en todas las religiones hay fanáticos extremistas. Pero ojo, el problema no son los fanáticos, sino el nacionalismo, ese que el estado inculca a los hombres como un "ideal", el ideal de la patria del primer mundo, el ideal de la patria como potencia mundial; ese nacionalismo que no deja pensar más allá de las fronteras, impregnado de autoritarismo, odio y racismo. A ese "ideal" ilógico e irracional, nosotros los anarquistas nos oponemos con el ideal de los hombres (que es muy distinto al ideal patriótico del estado), el ideal de la humanidad, que sería un mundo sin divisiones: una patria sola grande como el planeta, donde nuestro enemigo no sea otro que aquel que nos intente mandar o explotar, donde la LIBERTAD no tenga límites ni verdugos.

HEMÓPTISIS 3: CUANDO ERA PEQUEÑO...

Cuando era pequeño solía ser muy rebelde, siempre pedía cosas (juguetes, tebeos, dulces...) y llegaba al pataleo, en ocasiones iracundo, con tal de conseguir mis infantiles anhelos.

Mis padres me decían aquello de "...si en lugar de gastar energías para pedir tonterías, lo hicieras para estudiar o para pedir cosas importantes, serías un crío fenomenal..."

Pero claro, era un niño, repleto de emociones, de sueños, de fantasías y carente de cualquier atisbo de razón, como cualquier otro semejante de mi edad. No pensaba en los demás, quería aquel juguete para mi goce, anhelaba aquella tarde en el parque de atracciones sin pensar en que mis progenitores, después de soltar un dineral para entrar, estarían más aburridos que un regimiento de ostras. Era yo, mi mundo, mi parcela, no había capacidad de reflexión, ni de solidaridad, ni de empatía.

Pero claro, era un niño y aunque mis padres me dieron una educación repleta de altos valores que acabaron abriéndome la mente, a los cuatro o cinco años no cavilaba ante nada, no pensaba en las consecuencias que mis pataletas producían en los demás, ni mucho menos me paraba a pensar en qué otras cosas eran esas tan "importantes" que mis padres me mencionaban en las reprimendas. Obviamente, a esa edad es muy complicado sacar la razón y pedir cosas para el bien común de todos sin distinción, sin egoísmo, sin pensar sólo en mi, sin poner por delante mis sentimientos. Era literalmente imposible que, a los cuatro o cinco años me diera cuenta de que con los sentimientos no se va a ninguna parte, más al contrario, lo que provocas es que otros sentimientos se despierten en tu contra y se produzca el enfrentamiento, tan imposible como intentar aplicar el razonamiento.

Pero claro, era un niño...